Carta Abierta
SEÑOR DON JOSÉ LOMBO
Adjunto, amigo Pepe,
una verdadera copia
sin que le falte ni un punto
para que resulte entera.
La letra no es magistral,
aunque yo sea magíster
por lo que está mal en la forma;
pero el caso es que se lea.
Mas no creas tú por eso
que de intento así lo hice;
basta que seas amigo
para yo hacerlo contento.
Y así, con gusto me puse
y con el mayor apego a leerlo,
como es justo,
para luego hacer la copia.
Y después que los leí,
muy bellos me parecieron
y creí fácil cosa el hacer
otros como ellos.
Porque a mí también de niño
me acariciaba la musa
y tal cariño la cogí
que ya llegaba en delirio.
Fuese de día o de noche,
siempre mi querida musa
me ofrecía consonancia
y la medida con ello.
Yo adelantaba en edad
y era un portento en el arte
y cuando a joven llegaba
tuve un fatal pensamiento.
Dije a mi musa tú ofreces
mil placeres cada día
y pareces siempre niña
y siempre niñerías quieres.
Pero yo que ya soy hombre,
por lo positivo estoy:
y tu nombre olvidar quiero
desde hoy para siempre.
Venga abundante dinero,
que después ya los placeres
se consiguen al instante
porque cosa fácil es.
Despreciada así mi musa
por un muchacho inexperto,
dijo entre airada y triste:
bien, he muerto para ti.
Yo me volveré al Parnaso;
pero ten por entendido
que no haré caso si llamas
aunque arrepentido estés.
Así ha sido:
y con esto
creo quedar bien disculpado
sin que un pretexto parezca;
con que, amado amigo, Adiós.
ENTRE AMIGOS
Dice Eusebio el zalamero
que él muy bien pudo
coger un bolsillo de dinero,
y eso no se puede creer.
«CONTESTACIÓN»
Yo muy bien pude coger
algo dinero ese día,
pero lo dejé pensando
que algún mortal me vería.
Cuando quise coger algo,
aunque yo no soy ladrón,
ya el amo lo había mudado
y puesto en otro rincón.
El que de niño no nace
para ratero o ladrón
no le llevará a V. mucho
aunque tenga la ocasión.
Este verso que V. puso
no está muy bien, Don José;
la palabra zalamero debe suprimirla V.
porque no es de caballero.
Cuando estando en su cantina
al tocar la campana
anunciando que había fuego
arriba de La Lombana.
Vi a un sujeto de Valencia
que allá marchaba corriendo,
pero no llevaba nada
para apagar el incendio.
En el camino se haría
de algún jarrito de azumbre
para en cuanto que llegara
apagar toda la lumbre.
Corría toda la gente,
hasta iban forasteros,
y vi a Don José María
que llevaba dos calderos.
Doña Jesusa salió
como si fuera una anciana,
casi llorando decía:
¡¡Ay la pobre Feliciana!!
Mucho me puede alegrar
cuando de cierto sabía
que el fuego devorador
en otro local ardía.
No le canso más por hoy
porque se acaba la hora:
expresiones a los niños
y también a su señora.
Y también se las dará,
si no me lo lleva a mal,
a su idolatrada madre,
que vale todo un platal.
Déselas V. también
(no he de ser yo tan ingrato)
al señor fotografista
que de mí sacó un retrato.
Otro le sacó también,
si yo no lo vi mal visto,
aquel que adentro la mesa
invocaba a Jesucristo.
Déselas V. también
(con interés se lo digo)
a D. Emeterio Arnáiz
que es un verdadero amigo.
No le puedo poner más
porque yo no tengo renta
y el pasear todos los días
a mí no me tiene cuenta.
«AL DIFUNTO»
En este pueblo murió
un usurero valiente
y cuando ya le llevaban
no quiso llorar la gente:
al contrario se alegraban.
Apenas sabía leer,
y no perdía una misa,
y a los vecinos dejó
casi casi sin camisa.
Les pregunté a dos amigos
¿cómo no vais al entierro?
y los dos me contestaron:
porque este tío era un perro.
A otro le pregunté:
¿cómo no has ido ese día?
y también me contestó,
chico, yo no lo sabía.
Al entierro fueron pocos
y como responsos no había,
el cura iba diciendo
alante con esa cría.
Llegamos al camposanto
donde había una cuadrilla;
unos eran de Rucandio,
otros eran de Revilla.
Había uno muy malo
que estaba tuerto de un ojo
miraba al muerto y decía
que bien estaba en un pozo.
Había otro más alto
con dos hermosas patillas
y con un palo quería
romperle las espinillas.
Había otro más bajo
que le miraba y decía
este me ha comido a mí
todo lo que yo tenía.
Había otro flacucho
y de cristiano mal hecho
que quería le metieran
a la sombra de un helecho.
Otro había allí también
que parecía formal,
y decía:
hay que meterle
debajo de aquel zarzal.
Entonces le dije yo,
le van a comer los perros
y todos me contestaron:
pues eso es lo que queremos.
El que en esta vida es malo
y no se presta algo pulcro
ninguno le quiere acá
ni tampoco en el sepulcro.
Yo me despedí corriendo
y les dije a todos juntos:
hacer de él lo que queráis
y con los demás difuntos.
Él dejo muchas haciendas
y dinero en abundancia
para que sus sucesores
se llenen muy bien la panza.
Y le habrán dicho una misa
a San Antonio bendito
para que suba a la gloria
a aquel cristiano maldito.
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Te felicita un amigo
por esa preciosa herencia
que si estabas aburrido
te habrá vuelto la paciencia.
Tú atravesaste los mares
con tu preciosa cabeza
y te hiciste de dinero
para comprar una dehesa.
Te volviste a La Cavada
a jugar con tus amigos,
a comerciar te pusiste,
cuándo en paja, cuándo en higos.
Cuando nadie lo esperaba,
sin saber cómo ni cuándo,
te nos marchaste a vivir
a la villa de Rucandio.
Allí estuviste viviendo
donde llevabas la cruz,
y tú solo ibas diciendo:
yo soy un farol sin luz.
Cuando menos lo pensabas
una herencia inesperada
te hizo bajar de repente
a la bonita Cavada.
Hoy estás mucho mejor
porque hay buen camino real
donde puedes gastar coche
y matar mejor un real.
En La Cavada tenías
formadito ya tu nido,
donde deseo que vivas
por muchos años, amigo.
No te quiero poner más
porque se acaba la hora;
da memorias a Tomás
y también a tu señora.
Y también se las darás
sin dejarlo yo en silencio
a mi amigo y protector
que le llaman Don Habencio.
Dile que trabaje poco
y se retire de asuntos,
que se suba para acá
que vamos a sembrar juntos.
Y también se las darás
sin andarte con Belenes
a tu niño y a la criada;
digo, si es que criada tienes.
Si con todo ese dinero
que has reunido ahora
te presentaras en Madrid
hasta la Reina te adora.
Si por ahí tuviera yo
quién me mandara otro tanto,
creo me confesaría
con el mismo Padre Santo.
Y rezaría una salve
a la Virgen, con salero,
para que mi protector
subiera derecho al cielo.
No te pongo más, amigo,
por si te parece mal;
¡quién sabe si el mejor día
me puedes prestar un real!
Yo no quisiera ofenderte
ni hablar mal de ningún modo,
esto yo creo que divierte
sin servirte de incómodo.
Adiós mi querido amigo:
mucha salud y paciencia
para que por muchos años
disfrutes tan buena herencia.
¡Cielos! con qué satisfacción:
¡oh! con cuánta alegría,
me como yo este melón
mucho mejor que sandía.
«LOS QUE SON»
Este pueblo de Riotuerto
siempre marcha viento en popa,
casi le tienen envidia
todos los de media Europa.
Tenemos un municipio
que hay que admirarle señores,
desde el mayor al menor
todos son conservadores.
Tenemos un buen Alcalde,
tenemos un buen Teniente;
lo demás no hay que nombrarlo
pues toda es buena gente.
Están locos de contentos
casi todos los vecinos
porque no les cobran nada
cuando matan los cochinos.
El Municipio se empeña
todo con el mejor modo,
hacer una plaza nueva
con portalillos y todo.
«LOS QUE QUIEREN SER»
Ese Ayuntamiento nuevo
que dicen van a poner,
nos van a arreglar el pueblo
a nuestro gusto y placer.
Entre Don Manuel del Cerro,
Tomás, Mario Picatoste
y el señor Don Habencio
nos van a cocer el pote.
¡Quién nos verá discutir
en esas grandes sesiones!
Unos dirán calabazas
y otros dirán son melones.
Yo nunca fui Concejal,
señores, ¡quién lo diría!
y es porque no sé escribir
con reglas de Ortografía.
El ser Concejal, señores,
ningún beneficio aporta,
como no se quiera hacer
alguna pequeña corta,
y eso ya no puede ser.
«MISCELÁNEA»
Mucho tiempo necesita
el hombre para aprender,
y para aprender el hombre
mucho a de echar a perder.
El barrio de La Cavada
sin saber cómo ni cuándo
se hará una buena villa
como antes era Rucandio.
La Cavada es una rosa,
La Cavada es un clavel
y en la bonita Barata
el clavel es Don Manuel.
Ya va saliendo el invierno,
ya va viniendo el verano,
y por eso he venido a verte
mi querido Victoriano.
Y si Dios no lo remedia
con su poder infinito
cualquier día encontraremos
algún tabernero frito.
Este es el barrio florido,
este es el barrio del pote,
aquí tengo yo un amigo,
Tomás Mario Picatoste.
No muy lejano de aquí
sin dejarlo yo en silencio,
tengo un amiguito yo
que se llama Don Prudencio.
A Santander fuimos juntos
sentaditos en el tren,
juntos fuimos al teatro
donde hubo mucho belén.
Tuvimos buena posada,
esto sin andar en tretas,
por la cena y la cama
nos cobraron diez pesetas.
Lo mejor que se ha hecho aquí
aunque se pague salario
es poner junto a la plaza
un gordito boticario,
que al momento nos despacha.
El sábado, dos de Mayo,
se hicieron las elecciones
que resultaron bonitas
¡pero qué buenas señores!
Allí sobraban pasteles,
alli sobraban galletas,
allí sobraban los vinos
y sobraban las chuletas.
Dos mozas vi que servían
a la mesa con primor,
la una no sé su nombre,
la otra era Leonor.
Los electores contentos,
esto sin andar en tretas,
hubo allí quien se comió
más de 40 galletas.
Vi a don Pepito del Valle
explicarse con primor,
cuando con los electores,
cuando con la tal Leonor.
Hasta poco le faltaba
para servir a la mesa
¿Qué más se puede esperar
de una persona como esa?
También vi al señor Alcalde,
tan risueño como siempre,
dar apretones de manos
a casi toda la gente.
Nuestro Ayuntamiento marcha
con buena administración
y por eso se comprende
que debe de haber timón.
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NOTA
Esta carta que al principio va en verso debe leerse también con toda la consonancia, o sea, 1º con 3º y 2º con 4º, para lo cual se busca la palabra consonante la cual se pone al fin, de este modo:
………… adjunto
………… punto
………… verdadera
………… entera
Y luego se leerá así:
Amigo Pepe, adjunto
una copia verdadera
sin que le falte ni un punto
para que resulte entera.
Y así los demás
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