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Sandoval de la Reina y sus fundadores. La familia de los Sandovales.

Capítulo XIV: Las escrituras notariales

En este capítulo, el autor hace un recorrido por diversas escrituras y documentos públicos, en particular y tras una corta introducción:

Los contratos matrimoniales.
Los préstamos de dinero.
Las ventas de tierras.
Los testamentos.
Cuentas con la justicia.

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Capítulo XIV
LAS ESCRITURAS NOTARIALES

Por las escrituras notariales, que aún se conservan en el archivo que actualmente está en la biblioteca de la plaza de San Lesmes, se puede hacer uno la idea [de] cómo vivieron las distintas familias y vecinos de Sandoval. En ellas están reflejados muchos de sus contratos matrimoniales, compras y ventas, los censos o créditos que solicitaban, los juicios en que a veces se metían o los metían y los testamentos y reparto de herencias desde antes del 1600 hasta primeros de este siglo, que son las que dejan investigar.

Por los contratos matrimoniales ya se ve si las familias de los contrayentes estaban en buena posición económica o no, incluso si la boda de los distintos hijos era del agrado de los padres y de algunos familiares, sobre todo si entre ellos había algún tío cura. Así que, mientras unos matrimonios si eran de familia rica, con las donaciones que les hacían sus familiares ya se podían considerar ricos y vivir bien. Otros hermanos de los contrayentes no conseguían tanto al casarse y en otros [casos], aunque no fueran tan ricos, a los unos les ponían prácticamente casa y tierras o ganado para que empezaran, y a otros a lo mejor no asistían al contrato matrimonial de sus hijos o hijas. Así que, con que fueran hermanos no podían vivir lo mismo de bien, y en los contratos de matrimonio [los había] que casi no tenían nada, pues no había regalos, si acaso algún familiar les mandaba alguna fanega de grano o le dejaban alguna tierra para que la sembrase o le cedían la cosecha de otra. Hay quien le regala a su sobrino unos ramos de ajos, no tenía más que poder darle; eso sí, se lo daban con toda su buena voluntad.

Durante la vida, la mayoría tenía necesidad de pedir dinero prestado, bien para comprar fincas, casas, animales o utensilios de trabajo, o para alguna necesidad, que se les había venido de la noche a la mañana.

Así, en la declaración que hacen para el Catastro de la Ensenada, uno de los más ricos declara tener prestados a otros alrededor de 8 000 reales. Otro, también de los más ricos declara tener pedidos prestados a distintas entidades y particulares cerca de 20 000 reales y a su vez tener prestados a otros unos
5 000 reales. Los demás, todos exceptuando los curas, tenían algún préstamo pedido. El que menos solo 80 reales pedidos al monasterio de Monjes de Aguilar de Campoo.

Ya he dicho que los prestamistas eran los monasterios de monjes y monjas, las cofradías y obras benéficas, los cabildos y los administradores de la fábrica de la iglesia y algunos particulares que disponían de dinero, incluidos algunos curas beneficiados.

Estaba establecido que, por el dinero prestado, no se podía cobrar más que el tres por ciento de interés, hipotecando por parte del que pedía el préstamo sus casas o fincas para responder de lo prestado. En algunos casos se ve que el prestamista exigía más valor en casas o fincas que el valor del dinero prestado, seguramente para no salir perjudicado en caso de que además del préstamo le quedasen a deber algunos intereses. También fijaban fecha de su pago y, si no lo hacían, el prestamista les podía cobrar 400 maravedís cada día que se retrasasen. Estos préstamos se hacían a devolver en fecha fija a años vista o sin tiempo determinado, de modo que algunos préstamos los heredaban los hijos, nietos o más generaciones, juntamente con los bienes hipotecados, hasta que algún heredero hacia efectivo el préstamo o los herederos del prestamista se quedaban con los bienes hipotecados.

En las ventas de tierras también se nota algunas veces cómo el comprador se aprovecha del vendedor que vende su propiedad por necesidad, incluso cuando la vende para poder seguir comiendo y también la de algún comprador que, dándose cuenta de la necesidad, paga más de lo que vale lo que le venden. Esto dependía un poco de quién fuera el comprador.

En los testamentos, si los testamentarios tenían hijos, generalmente, no dejaban más bienes a unos que a otros, salvo alguna excepción muy llamativa. A lo sumo dejaban [a] algún hijo o hija alguna tierra, casa o dinero por asistimiento de sepultura o por sus cuidados en la última enfermedad o, en cuestión de sus ropas, dejaban señalado quién lo debía heredar, sobre todo las mejores entre ellas, la mejor capa y si era la madre, los mejores vestidos u otras prendas, a su hijo o hija preferida. Entre marido y mujer también se hacían algunas mandas(1), con el fin de que a la muerte del uno o del otro, el que quedaba no lo pasase mal en lo que le quedase de vida.

En cuanto a los que no tenían hijos, dejaban sus bienes a sus familiares, algunos imponiéndoles algunas obligaciones a cambio, como la de encargarse cada año de que los curas les dijesen alguna o algunas misas durante años o perpetuamente. En estos testamentos sí que se nota la preferencia que tenían los testadores por unos familiares que por otros, yo supongo que según el trato y la amistad que habían tenido con ellos. Incluso se dan casos de algunos testamentarios que van añadiendo codicilos(2) a su testamento para quitar a unos y poner a otros como nuevos beneficiados de su fortuna, porque, desde que hicieron el testamento, han ido cambiando los comportamientos de unos y de otros familiares con ellos.

 

CUENTAS CON LA JUSTICIA

No es que haya muchos juicios entre los vecinos del pueblo, sobre todo entre los que tenían pocos ingresos, porque para mantener un juicio necesitaban tener dinero para seguir en instancias superiores si el contrario recurría la sentencia que le había resultado adversa. Pero sí alguno, para darse cuenta del comportamiento de algunos vecinos y cómo se aprovechaban de su prepotencia y riqueza, en estos casos.

En el año 1698, hay un protocolo que dice: "Juana Marcos y Petrona Peláiz cogen procurador para que las defienda contra Miguel García, procurador general del concejo de Sandoval, que las ha denunciado por soltar los ganados siendo jornaleras en vez de labradoras".

Seguramente estas dos mujeres eran viudas y tendrían algunas ovejas y quizá un borrico para desplazarse al campo o a otros sitios, y este vecino y otros tenían pesar de que estas mujeres mantuviesen sus animales en las tierras comunales del pueblo, incluso en las de ellas, y se quería valer de su cargo para tamaña injusticia, poniendo la disculpa de que no eran labradoras. Se ve que ya entonces había vecinos bastante miserables como para quitar a estas viudas de vivir un poco mejor. No es el único caso que se da de estas características, de que algunos vecinos tengan pesar de que otros puedan, ni siquiera vivir un poco mejor.

Hay algunos juicios menores por insultos a otros vecinos, con la pena impuesta de hasta cien o más reales que tenían que dar al vecino perjudicado. Incluso un vecino cede una bodega a otro como paga por los insultos proferidos. La bodega se tasó en más de trescientos reales. Me ha llamado la atención un juicio en él que el denunciado se defiende diciendo que también a él le han llamado roba torreznos; supongo que tendrían algún fundamento para llamarle así. Quizá se habría llevado algún pernil de tocino que no era suyo.

Hay otro protocolo en el que algunos vecinos de Sandoval y otros pueblos defienden a un vecino de Palazuelos, pero natural de Sandoval, porque le ha denunciado un cura de Palazuelos por insultos contra el cura denunciante. No he hallado la sentencia final, porque en estos juicios que intervenía alguien con dinero, si no les era favorable la sentencia, recurrían a instancias superiores y tardaba años en darse la sentencia final.

En algunos repartos de herencias también descuentan algunos reales a alguna o alguno de los herederos porque su padre o madre tuvieron que pagar por insultos proferidos por ellos cuando todavía residían en la casa paterna o materna. Se ve que los insultos entre unos y otros o unas y otras estaban bastante de moda en los siglos pasados y eran castigados, generalmente, con dinero que recibía el insultado.

Otro, donde varios hijos denuncian a su padre ante la real Chancillería de Valladolid porque no les daba la legítima prometida cuando se casaron. En estos casos, generalmente, al denunciado le metían en la cárcel y si quería salir de ella tenía que, de momento, pagar una fianza y buscar un abogado que le defendiera o alguien que respondiese por él, quedando libre hasta que se sentenciase su caso. Además se tenían que pagar la comida que les daban en la cárcel, según algunos escritos.

Hay un protocolo también, que me dio pena cuando lo hallé, donde los beneficiados de Sandoval, tan ricos ellos y tan pobres en otro sentido, denuncian a un vecino de Palazuelos porque les debía cinco fanegas de trigo. Mejor hubieran hecho dejándoselas como limosna.

Hay otro que me llamó la atención, en el que un padre defiende a su hijo, acusado de robo por un vecino rico del pueblo. El padre lo defiende diciendo que, por el hecho de que él mismo se encuentre viviendo en Sandoval, condenado a vivir a cincuenta leguas del pueblo donde le acusaron de un delito de sangre, seguramente ejerciendo el oficio de sangrador que él dice tenía, ha educado a su hijo en la fe y buenas costumbres y que está seguro de que su hijo no ha robado nada a este señor y que solo le acusa por ser su hijo.

El año 1783, hay otros protocolos entre un cura beneficiado de Sandoval, llamado D. Antonio Martínez, que fue años más tarde apresado en Sandoval por los franceses y llevado preso a Castrojeriz donde murió no sé cómo, pero por los franceses. Como digo, este cura acusó a Esteban Fontaneda por acciones e indecorosas palabras ofensivas y otras injurias [proferidas] el 19 de enero en casa de D. José Muñoz, primo de Esteban. De momento a Esteban le meten en la cárcel y desde ella se defiende en otro protocolo diciendo que fue a modo de chanza y que le atribuyó haberle llamado chulo y escandaloso, y que antes el cura le trató a él de roñoso, tramposo y torpe y que había cometido una chulada, y enfadado por estas palabras le dijo al cura, chulo será usted, y el hermano de D. Antonio le dio un empujón y le tiró al suelo, y para defenderse de uno y de otro luego que se levantó, sin ánimo de hacer mal a nadie, sacó una navaja con la que no hizo ademán alguno y no pasó más. En el mismo protocolo Esteban pide [que] le paguen los días que ha estado en la cárcel por esto, desatendiendo su casa y hacienda.
Estos dos litigantes, juntamente con otros curas y ricos del pueblo, habían estado celebrado un bautizo y se ve que después, jugando a las cartas en casa de José Muñoz, celebración y juego que los curas de Sandoval tenían prohibido, pero entre lo uno y lo otro salió la denuncia, la cárcel y demás consecuencias.

Enterados los mayordomos que estaban encargados de cobrar algunos impuestos del pueblo, de que Esteban Fontaneda estaba en la cárcel, aprovecharon la ocasión para cobrar una deuda que este vecino tenía con el pueblo, de dieciocho fanegas de grano. Para ello dijeron a una hija del tal Esteban que su padre les había dicho que les diera la llave del granero para coger esas fanegas. Enterado Esteban Fontaneda, cuando salió de la cárcel denunció a los mayordomos, asegurando, que por lo que faltaba en el granero, se habían llevado bastante más de las dieciocho fanegas que les debía. Como se ve, este señor no se paraba ante nada, con tal de salirse con la suya, como veremos más adelante.

Estos juicios son del siglo XVIII, y en el siglo XIX, también hay algunos muy interesantes, que dejan a algunos de sus pleiteantes bastante malparados, a unos económicamente y a otros moralmente.

El año 1818, hay un expediente de reclamación de parte del administrador de las monjas calatravas, de 33 fanegas y 4 celemines mitad trigo, mitad cebada, que desde tiempo inmemorial tenía que pagar a estas monjas el concejo de Sandoval de la Reina. Aportando documentos de cómo, el año 1519, ya se habían negado a pagar, y por carta expedida el 15 de junio de 1523, se les condena a seguir pagando este impuesto, por el derecho de pan de lechas, y lo mismo el año 1828, que se habían negado otra vez a pagar, les condenan a seguir pagando perpetuamente este impuesto. Así que, con estos precedentes, no tienen más remedio que pagar y como, al parecer, llevaban unos años sin pagarlas, tienen que pagar las 133 fanegas y 4 celemines que les debían desde el año 1813 al 1818.

Por fin, el concejo y vecinos de Sandoval dejarán de pagar este impuesto el año 1878, al quitar el gobierno de turno estos impuestos señoriales.

El año 1817, comienza otro juicio que se le complica a Esteban Fontaneda. Este vecino como era rico se creía igual que otros como él, que tenían derecho a todo, pero no siempre les salía bien.
Este juicio empezó porque al morir un arrendatario de las tierras de las monjas calatravas, el administrador se las arrendó a Manuel Barriuso, vecino de Sandoval. Más tarde, las mismas tierras se las arrendó un cura de Guadilla, que el administrador había dejado encargado de cobrar las rentas que por el contorno tenían estas monjas, pero sin poder para su administración y arriendo, a Esteban Fontaneda, que era pariente suyo. Lo primero que usó era una era, donde extendió nías de trigo. Enterado Manuel Barriuso, tendió encima de las nías de trigo nías de yeros y Esteban Fontaneda la armó, llegando a zarandear a Manuel Barriuso. Este le denunció y otra vez nos encontramos a Esteban Fontaneda dando con sus huesos en la cárcel. Pagada la consabida fianza para salir de ella, Esteban mete a juicio a Manuel por el arriendo de las tierras, pero se le complica el juicio a Esteban y este, ni corto ni perezoso y juntamente con D. Clemente Varona, que así se llamaba el cura, su pariente, que se las arrendó, falsifican un documento juntamente con la firma del administrador y son descubiertos al llamar al administrador a declarar. Este dice que ese documento y su firma son falsos y están falsificados, con lo que Esteban y el cura son descubiertos y pierden el juicio. Además, el administrador había arrendado las tierras a Manuel por 24 fanegas y el cura a Esteban por 14 fanegas.

En estos años hay un juicio entre vecinos porque unos chicos del pueblo se empeñaron un día en no dejar pasar a otro sus vacas, que llevaba a pacer más allá del Arroyo de los Serranos, entablándose una pelea entre el dueño de las vacas y uno de los chicos que le impedían el paso. Como iba ganando la pelea el dueño de las vacas, otro de los chicos salió en defensa de su amigo dando un garrotazo al ganador que le dejó sin sentido, abriéndole una brecha en la cabeza de la que tardó en curar un tiempo, recibiendo del padre del agresor 42 reales y el pago de médico y medicinas.

El chico que dio el garrotazo, llamado Simón Salvador, ya mozo, juntamente con Antonio Muñoz, Domingo Moradillo y Cipriano Fontaneda, es denunciado por haber violentado varias bodegas, vertido el vino que se encontraba en las cubas y robado porciones de titos. Naturalmente fueron llevados a la cárcel. Dice el escrito que sucedió el 11 de marzo de 1832 y que, estando para expirar el término de prueba y finalizado el expediente, el 27 de septiembre Simón Salvador ha roto la cárcel fugándose de ella, con lo que se dio orden de su busca y captura.

Cuando el Estado vende las tierras llamadas de la desamortización, Antonio López compra las tierras que la Cofradía de Ánimas tenía en Sandoval, y un cofrade le dice un día delante de otros vecinos que, por comprar dichas tierras, está excomulgado y que cuando se muera no se le podrá enterrar en tierra cristiana, sino en un arroyo como a los borricos. Por lo que Antonio mete a juicio a este vecino por insultos a su persona delante de testigos.

Más tarde, algunos cofrades meten a juicio a Antonio López porque dicen que las tierras de la cofradía no las compró para él sino en representación de los demás cofrades, para dejarlas para dicha cofradía y, sin embargo, él se ha apropiado de ellas.

Con estos juicios y otro de su hijo, que puso juicio al alcalde de Sandoval por haberle metido en la cárcel unos días sin causa justificada según él, se ven en la necesidad de ir vendiendo sus propiedades para seguir manteniendo los juicios, con lo que al fin, como ya no disponen de fondos, tienen que renunciar a los juicios y perder, y en el escrito de venta de una tierra que hace años más tarde, Antonio López después de su nombre pone pordiosera, que es lo último que se vio obligado hacer para poder vivir, pedir limosna.

El año 1856, hay una reclamación de Felipe Maroto, vecino de Sandoval, Gerónimo Rodríguez, vecino de Villadiego y Vicente González, vecino de Villanoño, y dicen que Juan González ha recibido sobre 4 000 reales en el pasado mayo por muerte de una tía que residía en Francia y lo reclaman porque también son sobrinos de ella.
Mariano Rodríguez y Juan González dan poder a D. Nicolás de Rivas, para que les defienda contra sus parientes por la herencia de la tía. Me ha llamado la atención, no la reclamación, sino esta señora tía que murió en Francia y he llegado a la conclusión de que esta mujer pudo enamorarse de algún francés cuando estuvieron por Sandoval en la Guerra de la Independencia y se marchó con él cuando se fueron.
La documentación no pone cómo se llamaba la tía de Francia y como los litigantes por su herencia tienen apellidos distintos, no sé [de] qué familia serían.

NT-1: Legado de un testamento.
NT-2: Antiguamente, toda disposición de última voluntad que no contiene la institución del heredero y que puede otorgarse en ausencia de testamento o como complemento de él.

 
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CIRILO GARCÍA PÉREZ

SANDOVAL
DE LA REINA
Y SUS FUNDADORES
LA FAMILIA DE LOS SANDOVALES

ISBN. 84-607-0998-1
Depósito legal BU - 353 - 2000
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