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De Los Valcárceres a Talamillo del Tozo: Una ruta cercana a Sandoval

Una colaboración del sandovalés Manuel GC.
Incluye dos textos de Manuel, en uno presenta los antecedentes y en el otro describe la ruta y su experiencia. Además, Manuel aporta dos croquis y diez fotografías.

De Los Valcárceres a Talamillo del Tozo: Una ruta cercana a Sandoval

En numerosas ocasiones oí a mi padre (Aniano, un buen y un gran hombre, a mis ojos, si se me permite decirlo; con sus “cosas”, como todos) hablar de Los Valcárceres y la gente que allí conocía. Pero yo nunca había estado en esa zona. Por donde sí había pasado muchas veces, pero sólo por la carretera, tangencialmente, sin entrar en el pueblo, es por Talamillo del Tozo.

Ambas poblaciones se hallan relativamente próximas a Sandoval de la Reina (las dos, curiosamente, a 15 km en línea recta desde Sandoval). Los Valcárceres (barrios de Santa Cruz, Santiago y San Miguel) se hallan ubicados en la carretera que une Villadiego con La Piedra (a través de Villaute y Villanueva de Puerta). Talamillo del Tozo se localiza en la carretera que lleva desde Humada hasta la N-627 (entre Burgos y Aguilar de Campóo).

En una reciente excursión el Día de Año Nuevo de 2022, he podido comprobar que estos lugares, sus montes, sus valles y sinclinales, y los caminos y senderos que los unen, bien merecen una caminata sosegada, para impregnarse de su enorme atractivo. Gratísima sorpresa. Y eso en una época del año en que la vegetación está como agazapada para protegerse de los rigores invernales. Seguro que en la efervescente primavera, el ornamentado verano, y el multicolor otoño, éstos ahora austeros parajes muestran aun mayor belleza. Aquí, al lado de Sandoval, y formando parte de la fortaleza de estas tierras.

Se puede visualizar la ruta realizada (recorrido, perfil de desniveles, fotografías, texto descriptivo e impresiones de la experiencia) en este enlace de Wikiloc. Con la aplicación Wikiloc, es posible también seguir el trazado (‘track’) sobre el terreno.

Manuel GC


(Se recomienda leer el texto antes de ver las fotos…).

Realizamos esta ruta siguiendo el trazado original de ‘Angelbur’ en Wikiloc y documentándonos sobre ella en sus ‘Sendas de Burgos’. Siempre útil.

La excursión constituyó una tan inesperada como grata sorpresa; un pequeño presente en el día de Año Nuevo. Los Valcárceres (tres barrios), nuestro punto de partida y llegada, están enclavados en un agraciado valle, flanqueado por cordales rocosos y sinclinales de 1.100 m de altitud. Un paraje casi idílico en su austeridad. ¡Y eso que lo visitamos al inicio del invierno y en un día poco luminoso! ¡Cómo será en primavera, con las faldas de los montes cubiertas por el amarillo de las aulagas!; ¡o al final del verano, con el tupido brezo florido alegrando las laderas! Además del verde de las arboledas (ahora apagado o ausente; el de los sembrados ya brota). Hemos hecho promesa de volver.

La ruta tiene baja exigencia física. No es larga (se hace corta), la altitud a salvar es modesta y gran parte del trayecto se hace por caminos en buen estado. No obstante, hay que cruzar también algunas zonas monte-a-través con frondosa vegetación herbácea de escasa altura, que incomodan levemente. La demanda mental es igualmente baja; sin dificultades de importancia en la orientación. Hay unos cuantos trechos sin sendero marcado en las laderas, pero con los puntos de avance próximo o destino siempre visibles. El resto de tramos lo componen mayormente caminos rurales o un suave recorrido cercano al borde de la cresta (sin peligro).

La ruta comienza en el barrio más norteño de Los Valcárceres, el de Santa Cruz, a unos centenares de metros de los otros dos barrios (Santiago y San Miguel). Desde las crestas, las vistas del valle de Los Valcárceres son magníficas, y también son preciosas las de los valles interiores en dirección a Talamillo del Tozo. Se oye el silencio y se palpa el sosiego; hasta en los vuelos majestuosos de los buitres (que, o son numerosos o les gusta exhibirse, repitiendo). En el trayecto hacia Talamillo hay un pequeño oasis a cien metros del camino, a la derecha: en un recodo, dentro de un minúsculo bosquete, se ha formado una poza que alimenta el arroyo de los Congostillos. Aguas profundas, pero cristalinas, que permiten ver el fondo.

Casi en el ecuador de la ruta, en Talamillo, encajonado entre llamativos roquedos, y abrigado por ellos, destaca su iglesia de origen románico, con refinados y variados canecillos. En sus aledaños se inició una curiosa experiencia anecdótica (de la que damos detalles más abajo). En el regreso desde este pueblo encontramos de nuevo bellos parajes, con encalmados vallejos interiores antes de llegar al gran cordal rocoso previo a Los Valcárceres. Veremos, además, Peña Ulaña a nuestra derecha y, tras ella, se divisa la histórica Peña Amaya. Más lejos, pero aún visibles a pesar de la brumosidad, se alzan las montañas nevadas de Alto Campóo y, en el horizonte noroccidental, los picos Curavacas y Espigüete.

El recorrido por la cresta durante el retorno es muy agradable, con valles muy dispares a uno y otro lado, lo que acrecienta el aliciente y el interés. El punto de descenso entre los murallones pétreos a nuestra diestra es fácilmente identificable por una marcada depresión, como un portillo entre las rocas. Desde ahí, y hasta llegar a las zonas bajas de cultivo y sus caminos rurales, hay que atravesar de nuevo un área de pequeños arbustos herbáceos de cierta densidad (incluidas aulagas y brezo; mejor, llevar unas buenas botas). Después, ya sólo queda recorrer plácidamente el valle hasta su inicio en el punto de partida.

Y ahora la anécdota del día, hoy algo más larga, que etiquetaremos libremente como “nuestra amistad con Toño durante 6 km”. Y digo “Toño” porque, coincidiendo con la aparición de nuestro personaje en Talamillo, me llegó un mensaje de un buen amigo con ese nombre en Tenerife. Pero, en realidad, nuestro acompañante nunca nos dijo cómo se llamaba. Se nos unió a la marcha allí y nos siguió hasta cerca de nuestro destino durante el trayecto de vuelta. No hablamos mucho con él, tampoco le dimos nada, ni muestras de afecto no verbal; todo ello, para no fomentar un apego excesivo, ya que preveíamos un inevitable final. Es más, en un par de ocasiones le preguntamos si sabría regresar solo a Talamillo, y le pedimos que lo hiciera antes de que se complicaran las circunstancias.

A pesar de eso, él siguió siempre cerca de nosotros, o se alejaba un poco, exploraba y volvía. Pero no dijo ni una palabra; sólo nos miraba. ¡Todo eso durante casi 6 km! Y, sin embargo, su actitud fue siempre amistosa y su compañía resultó muy agradable. Llegados a las inmediaciones de Santa Cruz, nos encontramos por el camino con un grupo de 5 perros de muy variadas razas. Detrás de ellos venía un amable lugareño con el que intercambiamos unas palabras, principalmente sobre nuestro inesperado amigo, al que él conocía de una ocasión anterior. Al despedirnos del paisano, nuestro amigo se fue con ellos… Con los de su especie....

Por cierto, parece que se llamaba Tor (no sé si con h intercalada, como el dios mitológico), aunque no llevaba chapa identificativa. Tenía el aspecto de un pastor belga malinois (raza canina; no somos entendidos). De comportamiento noble y deambular enérgico. Gracias, Toño/Tor, por la bonita experiencia añadida que nos proporcionaste, como un regalo extra, una bonificación ("a pesar de que no te despediste; malandrín…"). Contribuirás a recordar ésta tan sobria como deliciosa ruta; sin estridencias, sin fuegos artificiales, pero con hondura y grandeza.

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

agradecimiento a Manuel GC por su colaboración
página creada el 09/01/2022
correcciones el 10/01/2022