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En torno a las ruinas (y la gloria) de Hormicedo

Dentro de la serie de rutas y sendas de especial atractivo, se reproduce esta ruta descrita en Wikiloc, realizada el 15 de mayo de 2022. Ruta cercana a Sandoval de la Reina.
Se incluyen algunas imágenes seleccionadas, todas de Manuel GC (Maisid).
Para la información completa y todas las imágenes, ver la página de Wikiloc.

En torno a las ruinas (y la gloria) de Hormicedo

 

De haber sabido que podría llover durante la excursión, habríamos elegido otro día u otro lugar. Posibles de uno y otro hay por estas tierras; si no de sobra, sí en abundancia. Pero no; las previsiones meteorológicas anunciaban buen tiempo allí y para ese día: sol o, al menos, sol con nubes. Así que ni chubasquero cogimos.

Conforme nos acercábamos al punto de partida de la ruta, en Villanueva de Puerta, ya desde unos cuantos km antes, vimos numerosos charcos en la carretera. “Ah, bueno, eso es que ha llovido durante la noche; ni caso”. El cielo estaba limpio y azul. “Ya, pero, y ¿cómo estarán los caminos de barro…?”. “No te preocupes; se irán secando; con este sol…”.

Iniciamos la marcha hacia Hormicedo. El camino, arcilloso, estaba ‘regular’ de húmedo. A las botas fue pegándose el barro. En varios tramos, hubo que atravesar terrenos de labranza, por sus orillas. Ahí la cosa se complicó. Las botas pesaban un kilo de más (cada una). Se notaba. Pero aún estábamos frescos para soportar esa carga adicional.

Y el cielo seguía despejado. Además, ya en descenso y por camino firme (ahora más arenoso y permeable), apareció la espadaña de la iglesia de Hormicedo, emergiendo entre la exuberante vegetación en el fondo del valle, aún en la distancia. Aparte, corzos, buitres, revolcaderos y rascaderos de los jabalíes... Un espectáculo. Olvidamos las penalidades recientes en un abrir y cerrar de ojos.

Antes de llegar al despoblado de Hormicedo, hay que localizar dos puentes rústicos para atravesar sendos arroyos. Están algo escondidos (los puentes) entre la espesa flora arbórea y arbustiva. No nos quedó más remedio que encontrarlos porque el camino, en la hondonada, se había convertido en una piscina. Enseguida los localizamos; a la derecha.

Y así nos plantamos en Hormicedo. En realidad, era nuestra atracción ‘estrella’. Y ello a pesar de que allí sólo quedan los semi-muros de una casa de piedra (algún ‘artista’ grafitero había puesto su sello) y las ruinas de una iglesia de origen románico. Como ésta se encuentra rodeada de follaje y matas espinosas, quizá les pareció excesivo el esfuerzo para pintarrajearla. O, siendo bienpensante, quizá se convirtieron, se deslumbraron con su sobria belleza y decidieron respetarla.

Rodeamos la iglesita, saboreándola despacio, y luego entramos. No tiene techo, excepto la parte que corresponde a su bóveda de piedra en el ábside; obra de ingeniería de inteligente diseño y magnífica ejecución. Al igual que su arco central (éste, de ladrillo). Conserva, milagrosamente, todas sus paredes en pie, incluida la torre del campanario. Y su portada de austera elegancia, con doble arco de medio punto. Una maravilla. Todo, devorado por la maleza y sumido en el abandono (aquí, es inevitable acordarse de quienes despilfarran los recursos públicos, y de sus motivos y fines).

Siendo un templo de muy reducidas dimensiones (para 20 personas apretadas), está reconcentrado, destilado; con ‘detodo’ en su interior: su sacristía; su cúpula sobre el altar mayor; su escalera de caracol (de piedra) para subir al campanario, con tronera; sus hornacinas para altares laterales secundarios; posiblemente, su coro encabalgado (a juzgar por los huecos para vigas en los lados), etc.; no cabe más. Como una catedral en miniatura. Ya no hay campanas; hubo dos, para poder repicar y tornear a dúo. ¡Increíbles, nuestros antepasados! Hormicedo bien merece todavía un comentario más, al final (*).

Dentro, perdimos la noción del tiempo. Al salir, una sorpresa. El cielo se había encapotado totalmente (caramba, tampoco habíamos pasado una eternidad allí dentro…). Gris oscuro y denso. Amenazaba lluvia. Hasta creo que notamos alguna gota (tal vez sólo salpicara de los árboles…, pero el miedo piensa poco y precipitadamente…). Habíamos hecho menos de una cuarta parte del recorrido. “¿Qué hacemos? ¿Nos volvemos?” La verdad es que esto sólo lo pensamos; no lo explicitamos. Dije a mi acompañante: “Como buena científica, reza…” (siguiendo el consejo de mi amigo Andrés en estos casos). “P’alante. Sólo nos quedan 11 km y pico”.

Afrontamos, pues, el suave ascenso por el valle de La Gargantilla hasta divisar las laderas sur de Peña Ulaña, y luego descendimos por la Cañada del Monte, hasta Hormicedo, de nuevo. Todo ello entre variada vegetación de ribera, primero; luego, bosques de pinos, robles, quejigos, encinas. Un paraíso. Lástima de día gris que impedía disfrutar de los contrastes en el colorido. Pero no nos quejemos, que aún no llueve…

Desde Hormicedo (una incontenible foto más, al pasar), iniciamos el regreso a Villanueva de Puerta. Pero aún resta un largo trecho, con algunas sorpresas, por un ceñido e idílico valle, el del arroyo Jarama. Con sus taludes de amarillo, sus peñascos en lo alto, el fluir sonoro del agua a nuestro paso, y las novedosas variedades de orquídeas que no conocíamos. Parece un universo perdido; un reducto aislado dentro de otro; todavía más.

Idílico, sí, este valle; apartado del mundanal ruido y sus vanidades. Pero también nos ‘frenó en seco’ una posible víbora que casi piso (‘vipera berus’, según Google Lens). De casi tres palmos (50-60 cm) de longitud, estaba como aletargada en medio del sendero. Algunas fotos hicimos (alguna incluyo) hasta que desapareció entre la hierba. Un amigo naturalista no ha tenido dudas: es una ‘Coronella girondica’; un tipo de culebra no venenosa. Alivio (y 'decepción').

Salimos del aislado y angosto valle hacia zonas más abiertas. A la vista tenemos ya nuestro destino final, Villanueva de Puerta. Destaca su iglesia, recortada sobre las laderas amarillas pobladas de aulagas como telón de fondo. Y destaca su puente (en realidad, dos) de posible origen romano, si bien se notan restauraciones posteriores en su arco inferior.

Pero, al final, ¿llovió o no llovió? Lo cierto es que la escasa luminosidad por causa del cielo gris deslució algo las vistas y las fotografías, aunque también le añadió misterio, recogimiento y espiritualidad a un entorno en consonancia. Pero no, no llovió (aunque ‘casi’). Ahora bien, como mi acompañante rezó para que no lloviera y yo ‘no’ recé para que ‘no lloviera’, no sabemos cuál de las dos explicaciones da cuenta del resultado. O tal vez fue la conjunción de fuerzas distintas en la misma dirección.

En definitiva, ruta con un gran encanto, incluida la atmósfera penumbrosa. Sin gran exigencia física, a menos que las botas se te peguen al suelo, o el suelo a las botas. La orientación puede tener cierta dificultad (sin llevar una guía en tiempo real: Wikiloc, GPS, etc.) porque hay entrecruces y desvíos de caminos; y porque, en ocasiones, éstos desaparecen de pronto, engullidos por la voracidad de los sembrados (o los sembradores).

(*) Hormicedo se halla en el fondo de un valle a unos 10 km de Villadiego. Sus orígenes documentados se remontan al año 978. A Hormicedo nunca llegaron la carretera ni la luz eléctrica. Sus últimos habitantes lo abandonaron allá por el año 1959, dejando atrás diez siglos de historia. Viendo la gallardía y el refinamiento de su pequeña gran iglesia, no cabe ante ello sino la admiración por esas gentes que lo habitaron; seguramente, en muy duras condiciones de vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

colaboración de Manuel GC, autor del trabajo, publicado con su acuerdo
página creada el 10/07/2022