Memoria escenificada de Sandoval de la Reina     (Continuación)      (Comedias)

Por D. Andrés Hernández Macías


 

 

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Continúa y concluye el
A C T O   T E R C E R O
---- cuadro primero ----
Escena 1ª

 

Alcalde.- ¿Acaso no lo es? Tú qué sabes por dónde nos van a atacar .-

Concejal .- Es verdad. Sólo que yo también pienso que vendrán por el Camino de Villanueva. Claro, que luego pueden atacar por otro sitio.-

Alcalde.- Eso es. Y por ello hemos de tenerlo todo fortificado. Así que esta noche cada grupo de vecinos se encargará de fortificar su sector, como les parezca más conveniente, y estar preparados para mañana al amanecer recibir a los franceses como se merecen ¿Conformes?.-

Todos.- Sí, sí... .-

Manuel.- ¿Se me permiten unas palabras?.-

Alcalde.- Las que quieras.-

Manuel.- Como vecino de Sandoval, me siento orgulloso de todos mis convecinos, pero creo que todo lo que proyectáis es un sacrificio inútil.-

Alcalde.- ¿Inútil? ¿Porqué?.-

Manuel.- ¿Acaso creéis que ahora va a ser como la otra vez, que no vinieron más que un par de docenas de franceses?.-

Alcalde.- Ya sabemos que no; pero tenemos que defendernos.-

Manuel.- ¿Y qué valdrá nuestra defensa ante una enemigo diez o veinte veces superior? Porque habéis de saber que el General prometió venir con todos sus hombres ¿Y creéis que vais a poder con un ejército bien disciplinado, bien pertrechado y acostumbrado a esas lides?.-

Alcalde.-
(Alcalde valiente.)[1] Si no podemos derrotarles, por lo menos sabremos morir como españoles, y todos aquellos que pongamos fuera de combate, ya no lucharán más en contra de nuestra patria. Si todos los pueblos hiciesen lo mismo, ya no habría franceses en nuestra nación.-

Manuel.- ¡Pero el pueblo sería destruido!.-

Alcalde.- Y de la otra manera, aniquilado y nosotros unos cobardes, que no hemos sabido defenderle. Y no creo que tú pretendas que se lo entreguemos por las buenas.-

Manuel.- Eso nunca. Dejaría de ser un buen español y de sentir el orgullo que siento por haber nacido en este pueblo.-

Alcalde.- Entonces, ¿que pretendes? ¿Acaso tienes algún plan mejor?.-

Manuel.- Pues no sé si será mejor; pero podría interesar.-

Alcalde.- Veamos lo que pretendes.-

Manuel.- Pues sencillamente, que en vez de sacrificarnos todos, se sacrifique uno por los demás.-

Alcalde.- Pero, bueno, explícate.-

Manuel.- Pues que en lugar de esperar a que los franceses, salga uno a su encuentro, se haga responsable de todos ante ellos y sacrifique su vida por los demás, a condición de que no se metan con el pueblo.-

Alcalde.- ¿Y si no se consigue nada? ¿Y si después de matarle, vienen?.-

Manuel.- En ese caso, se puede poner en ejecución ese plan que habéis propuesto. Creo que por intentar lo que propongo nada se pierde. ¿Qué más da morir unas horas antes que unas horas después? Y si esa muerte salva a muchos, ¿no será bien empleada? Si no se consigue nada, la situación seguirá igual. ¿Mas no se podrá intentar que uno salve a todos?.-

Alcalde.- Efectivamente, y por intentarlo nada se pierde. ¿No les parece?.-

Vecino.- Creo que tiene razón Manuel.
(Rumores: sí, sí...)

Alcalde.- Bueno; entonces habrá que buscar que uno se preste a ello. Vamos a ver: ¿quién de vosotros?...

Manuel.- Sr. Alcalde, no busque a nadie; la idea es mía y me ofrezco a cumplirla.-

María.- No, no; tú, no.-

Manuel.- ¿Por qué, hermana?.-

María.- ¿Es que quieres dejarme sola, sin defensa en esta vida?.-

Manuel.- ¿Y cómo estarás, si vienen los franceses?.-

María.- Si vienen los franceses, sabré morir como los demás.-

Manuel.- Pues yo quiero evitarte la muerte a ti y a los demás.-

María.- ¿Y para qué quiero yo la vida sin ti?... ¿Quién me va a defender a m-i?... ¿Quién me va a ayudar a ganarme la vida?... Nadie
(Llora.) Sola, sola... .-

Manuel.- No faltará quien te ayude. Ya sabes que Dios aprieta, pero no ahoga.-

María.-
(Llorando.) ¡Oh, no, Manuel, no, no,...! No me abandones..., no me libres de la muerte a manos de los franceses..., para dejarme morir poco a poco...... .-

Manuel.- No se trata de librarte sólo a ti... Se trata de librar a todo el pueblo.-

María.- ¿Pero por qué has de ser precisamente tú, que estás en plena juventud y que eres mi único amparo? ¿Es que no hay entre todos los vecinos uno que haya pasado la juventud, que se ofrezca a ir en tu lugar?... .-

Manuel.- No, María; todos tienen esposas, hijos o padres por quienes mirar; el único que no está en estas condiciones, soy yo... Sólo te tengo a ti...; pero ya eres una mujer y con la ayuda de Dios sabrás salir adelante.-

María.- Pero acaso los franceses no sean tan malos como dicen y no nos hagan nada.-

Manuel.- ¡Ay, y qué niña eres María! Si hubieras visto todo el pueblo de Sasamón humeando, completamente destruido...; si hubieras visto cómo trataban a la pobre moza de que hacía antes mención el Sr. Juan, y cuyo delito era tener unas tijeras...; si hubieras visto, digo, cómo era abofeteada por la chusma francesa porque, defendiendo su honra, no consentía el torpe tocamiento...; si la hubieras visto defenderse, toda desgreñada, con uñas, pies y boca de aquella jauría que, babeando lujuria, profería frases pecaminosas, mientras sus ojos centelleaban pasión indomable...; si la hubieras visto caer exánime por los golpes recibidos de aquellas fieras que no veían a un enemigo en ella, sino la víctima en que poder saciar su lujurioso apetito...; si hubieras visto así a los franceses, no dirías lo que dices de esos perros malditos.-

María.- Si lo que dices es verdad...... .-

Manuel.- Por la cruz en que murió Cristo crucificado...¡es cierto!.-

María.- Entonces... ¡vete! ¡Y que Dios te bendiga!... .-

Manuel.- Sí, iré; pero con una condición.-

Alcalde.- ¿Cuál?.-

Manuel.- Que si logró salvar a mi pueblo, a costa de mi vida, vosotros me ayudaréis a salvar mi alma.-

Alcalde.- ¿Cómo?.-

Manuel.- Haciendo que todos los años, en el día de mi muerte, se diga una misa por el bien de mi alma.-

Alcalde.- Estad seguro; en ello va empeñada mi palabra de alcalde, que es palabra de todo el pueblo, de que así se hará.-

Manuel.- Pues vosotros estad también seguros de que así como, en otro tiempo, el Licenciado D. Ángel Marcos Ruiz puso todo su gran saber a disposición del pueblo, y logró salvarle de la miseria y de la ruina que le amenazaba, igualmente yo ofreceré a los franceses, no mi ciencia que es nula, sino lo que más amo, mi propia vida, por salvar al pueblo de esta nueva ruina y desolación que le amenaza. Y sabed que gustoso doy mi vida en defensa de mi fe y mi patria y se la ofrezco a Dios por la salvación de mi pueblo. ¡Por la salvación de Sandoval de la Reina!
 

T E L Ó N
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           Continúa...  
 


[1] T omite la acotación.

Fin del
A C T O   T E R C E R O
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Autor: Andrés Hernández Macías - 1957