Memoria escenificada de Sandoval de la Reina     (Continuación)      (Comedias)

Por D. Andrés Hernández Macías


 

 

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Concluye el
A C T O   S E G U N DO
---- cuadro segundo ----

Escena 2ª

Dichos, Alguacil; luego el Sr. Cura

Alguacil.- (Entra corriendo.) ¡Ya viene, ya ha llegado D. Ángel!.-

Alcalde.- ¿Dónde llegaba?.-

Alguacil.- Estaba frente a su casa. Le he rogado que venga aquí, pues estaban ustedes reunidos. Estará al llegar.
(Se oyen voces de "Viva el Sr. Cura" " Viva nuestro salvador," etcétera, etcétera.)

Alcalde.-
(Dirigiéndose a los Concejales) Permítanme que salga a su encuentro. (Al tiempo de salir, entra el Sr. Cura) ¡D. Ángel! Permítame que, como Alcalde y como persona, le estreche fuertemente contra mi pecho (Se abrazan.) y vea en mi abrazo el abrazo de todos los vecinos, que le aclaman como salvador.-

Sr. Cura.- No tanto, Sr. Alcalde. Dios es el único que da todas las gracias y se vale de las personas y cosas más insignificantes para concederlas; y permítame que estreche la mano de sus honrados colaboradores
(estrecha la mano de todos los concejales).-

Concejal .- Agradecidísimo, D. Ángel.-

Concejal .- Enhorabuena.-

Concejal .- Nuestra cordial felicitación y el reconocimiento más profundo.-

Secretario.- Permítame a mí también un fuerte abrazo, ya que mi lengua no puede expresar lo que mi corazón siente, en gratitud por todo lo conseguido por usted.-

Sr. Cura.- Basta, señores, que la cosa no es para tanto.-

Alcalde.- ¿Cómo que no es para tanto? ¿Acaso no ha llegado a comprender la magnitud del problema?.-

Sr. Cura.- Porque lo comprendí desde el primer momento, trabajé con todas mis fuerzas.-

Alcalde.- Y consiguió lo que nosotros no hubiéramos conseguido de ninguna manera, si no es por usted.-

Sr. Cura.- Ya les he dicho que todas las cosas vienen de Dios; los demás no somos más que su instrumento.[1]

Alcalde.- Pues a ese instrumento, a esa cosa tangible es a quien humanamente damos nuestras gracias más expresivas, haciéndolo también de todo corazón con Dios. Mas usted vendrá cansado; permítame que le ofrezca asiento, y le ruego se sirva posesionarse de la presidencia de este Ayuntamiento y de este pueblo, a quien usted ha salvado de la ruina.-

Sr. Cura.- Nada de eso; ese puesto le pertenece a Vd. .-

Alcalde.- No; ese puesto desde hoy, por méritos propios, es suyo.-

Todos.- Sí, sí; que se siente. ¡Viva el Sr. Cura! ¡Viva nuestro salvador!
(El Sr. Cura se sienta en la presidencia).-

Alcalde.-
(Hace sonar el timbre e imponen silencio) Ahora le ruego, D. Ángel, que si le parece bien, se sirva comunicarnos lo que ha conseguido en la Corte.-

Sr. Cura.- Con mucho gusto lo haré. Me vais a permitir que lo haga de una manera breve, pues vengo agotado del largo viaje.-
Al estudiar los documentos que tenía y otros que solicité de la Real Hacienda, vi que lo más urgente y necesario para el pueblo era librarle del embargo que le amenazaba y que dejase de pagar la cantidad que nos reclamaba por tercias, ya que ésta fue la intención del pueblo, aunque por una mala redacción no se hiciese constar así. Mas, haciendo números, podía demostrar que la cantidad que pagaba era superior a la que correspondía por los conceptos que en los contratos se indicaban. Por si acaso, tomé parecer de los competentes abogados de Burgos y Madrid, D. Carlos y D. Sebastián, el primero de los cuales estaba en todo de acuerdo con mi parecer, porque se inclinaba por la intención clara con que se llevó a efecto el contrato; el segundo lo veía conforme en cuanto al tiempo ya transcurrido, es decir que no tendríamos que pagar, por haber obrado con buena fe, cantidad alguna del pasado, pero tendríamos que pagar en el futuro. Entonces, con copias de todos los documentos, hice una exposición detallada de l asunto y, junto con un memorial de la ilustre Casa de Sandoval, se lo presenté a Don Juan de Dios Silva de Sandoval, descendiente de la familia de este nombre y señor con mucho ascendiente en la Corte. Dicho señor, tomando el asunto como propio, hizo inmediatas gestiones y el resultado no ha podido ser más feliz: la Real Hacienda no sólo reconoce la injusticia de la ley dada con relación a las tercias, sino que obliga al señor Recaudador, D. Félix Sánchez de Valencia, a devolver las cantidades que por este concepto hubiera cobrado.-

Todos.- ¡Muy bien! ¡Viva el Sr. Cura! ¡Viva el señor de Sandoval!.-

Alcalde.-
(Nuevamente impone silencio.) (Dirigiéndose al Sr. Cura.) Puede continuar.-

Sr. Cura.- Conseguido esto y para que nunca más Sandoval se viera en situación parecida a la actual, pensé que lo mejor para evitar al pueblo todos estos quebraderos de cabeza era conseguir nuevamente el privilegio. En tiempos del rey Juan II los señores de Sandoval consiguieron para este lugar que fuese behetría, es decir que pudiera dedicarse a sus labores sin que a recaudador ni a caballero alguno les fuese lícito entrar aquí, ni por impuestos ni por gente para la guerra, ya que esto lo cumplían los señores de Sandoval, pagando ellos como tributo veinte cargas de pan mediao. Esto quedó como privilegio que confirmaron todos los reyes hasta los llamados Católicos, don Fernando y doña Isabel. Posteriormente, por abandono, no se refrendó de los reyes sucesivos este privilegio, perdiendo por ello los derechos que por el mismo tenían. Entonces entraron los recaudadores con el pretexto de que el privilegio era para los Señores y no para el lugar. Así estaban las cosas actualmente. Tranquilizada mi conciencia y con el oportuno permiso de mis Superiores, me trasladé a la Corte. Allí, valiéndome de una gente a quien fui recomendado, presenté a nuestro augusto soberanos, Felipe V, petición del privilegio para el pueblo de Sandoval en las mismas condiciones en que había sido concedido para los señores del lugar por los Reyes Católicos, de tan grata memoria. Hoy, debidamente firmado por su Majestad, me cabe el honor de haceros entrega del documento, que contiene el privilegio (Se lo entrega al Alcalde.) (Aplausos y vivas.)

Alcalde.- Que Dios quiera que nunca se nos olvide el trabajo que ha costado[2] el conseguirlo.-

Sr. Cura.- Es necesario que los vecinos de Sandoval, como en los tiempos de las behetrías, sigan destacándose por su laboriosidad y por su amor al trabajo. Y que en las cosas comunales y en lo sucesivo no se abandonen,[3] y en vez de llorar como mujeres y protestar como niños inocentes y sin conocimiento,[4] obren como hombres, es decir, que siendo conocedores de las Leyes y sus derechos, que no han de abandonar, sepan hacerlas cumplir lo mismo por el individuo que por la entidad superior, si intentase, como en esta ocasión, avasallarlos. (Pausa.)


Sr. Cura.- El Sr. duque de Frías, descendiente de los Sandovales, me ha prometido que en breve este lugar disfrutará de fuero propio con la independencia de Villadiego, en jurisdicción civil y criminal. Pero ya desde hoy debéis saber que el ser villa, tener fuero propio, es estar en disposición de obligar a ser justo, lo mismo a un nefasto Melgosa que a un Recaudador que en nombre de la Real Hacienda se dedicaba a tergiversar contratos en provecho propio. Si esta voluntad de justicia y decisión reina siempre en el pueblo, Dios haga que nunca falte el hombre que en situaciones enojosas saque beneficios generales.-

Alcalde.- Una vez más, le damos las gracias. Ya que no nos pide ni podemos pagarle tanto bien como nos ha hecho, en el libro del Ayuntamiento quedará perpetuamente el nombre del Licenciado por Salamanca, D. Ángel Marcos Ruiz, como el hijo más ilustre de este pueblo. Y quiera Dios que tenga muchos imitadores en el transcurso del tiempo.-

Todos.- Bien. Muy bien ¡Viva el Sr. Cura! ¡Viva don Ángel!, ¡Viva el Sr. Alcalde!...... .-
 


T E L Ó N
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        Continúa...  
 


[1] T: <un instrumento>.

[2] V: <le ha costado>.

[3] T: < Y que en sucesivo no abandonen las cosas comunales y en vez de llorar>

[4] T: <como niños sin conocimiento>

Fin del
A C T O   S E G U N D O

Autor: Andrés Hernández Macías - 1957